jueves, 19 de mayo de 2016

UNA ETAPA DE ESTABILIDAD



La producción y exportación de un nuevo producto tropical, el banano, dio a la 
economía ecuatoriana una posibilidad de expansión que se reflejó no solo en la 
dinamización del comercio internacional, sino también en la apertura de nuevas fronteras 
agrícolas, el ascenso de grupos medios vinculados a la producción y comercialización 
bananeras, así como al servicio público y el comercio

EL ECUADOR MUTILADO


La guerra peruano-ecuatoriana, conocida también como Guerra del 41, fue uno de diversos conflictos armados que ocurrieron entre los países sudamericanos de Perú y Ecuador como consecuencia de su secular disputa territorial y por falta de fronteras reconocidas y aceptadas por ambos países; siendo los otros la Guerra peruano-ecuatoriana de 1858-1860, el conflicto límítrofe denominado como "Falso Paquisha" o "Paquisha" de 1981, y la Guerra del Cenepa de 1995. Esta guerra no declarada comenzó el 5 de julio de 1941 y como consecuencia de ello el 29 de enero de 1942 se firmó el Protocolo de Paz, Amistad y Límites de Río de Janeiro de 1942.

Según Ecuador, el Perú invadió su territorio, trasgrediendo el statu quo de 1936, agresión que no pudo repeler al hallarse escasamente armado, sin recursos y en una difícil situación política interna; dicha invasión fue la segunda realizada por el Perú sobre el Ecuador, siendo la primera la de 1858-1860.8 Según el Perú, fue el Ecuador quien violó el statu quo de 1936, cuando desde ese año y hasta principios de 1941, las fuerzas ecuatorianas atacaron diversos puestos peruanos a lo largo de la frontera.9 En ese sentido, las fuerzas peruanas solo habrían ejercido un acto de represalia reconocida en el derecho internacional, con el objetivo obligar a Ecuador manu militari a respetar los derechos del Perú sobre su territorio, sin tener un móvil de conquista o desmembración territorial; tan así que, tras la firma del protocolo de Río de Janeiro, el Perú desocupó esos territorios y no exigió indemnización de guerra

LA VIDA DE LA GENTE


LA VIDA DE LA GENTE es un proyecto audiovisual que refleja los días de la generación de la democracia. En la generación de la democracia encontramos a los adolescentes del '83, a los niños que se educaron sin gobiernos militares, y a los que nacieron entonces y se están formando ahora: los decuarentaypico, los detreintaypico y los de veintipico.
En estos trabajos no haremos hincapié en marco histórico alguno. El tiempo de cada corto es el presente, y la elección del presente radica en la necesidad de extremar el tiempo narrativo. Aunque son netamente ficciones interpretadas por actores, el factor documental potencia la sensación de realidad que pretendemos poner de manifiesto.
Los temas de este proyecto adquieren sentido a través de lo que nos evoquen esas palabras: sustantivos abstractos como el hastío, el miedo, la nostalgia, la melancolía, la soledad, el amor. Los personajes tienen cuerpo pero no nombre; su devenir es lo que nos interesa mostrar; la actitud, el reflejo de su interior. Cada personaje está solo frente a su entorno. Si se expresan con palabras es con dichos de terceros, pero estos personajes no mantienen diálogo alguno con los demás.

Este posible minimalismo se traslada también a la realización. El guión de estos cortometrajes se sostiene en situaciones pautadas más que en una estructura dramática tradicional; el equipo de rodaje está conformado por el director y el actor, y los factores técnicos se resuelven optimizando los recursos de de las locaciones donde se lleva adelante el rodaje junto con los recursos de la cámara (Sony DCR-HC30 MiniDV NTSC).

LUCHA POR LA JUSTICIA SOCIAL


Nuestro mundo que tiene grandes posibilidades en todos los ámbitos de la vida presenta un panorama social preocupante tanto a nivel nacional como internacional. La injusticia social conlleva relaciones de explotación y estructuras perversas, pero parte del egoísmo de los corazones. Uno de los mayores anhelos de la humanidad es la promoción humana de los pueblos subdesarrollados, víctimas de unos niveles de pobreza que no son compatibles con los derechos humanos más básicos.
1. Qué entendemos por justicia social
Existe justicia social cuando la sociedad posibilita el que cada persona, asociación o pueblo disponga de los medios necesarios según su naturaleza y condición, para desarrollarse plenamente; a esto llamamos bien común (G.S. 26,1; 74,1). Según la doctrina conciliar, el bien común conlleva tres elementos esenciales: el respeto a la persona (actuar en conciencia, respeto a la intimidad y libertad), el bienestar social y el desarrollo (alimento, vestido, salud, educación, trabajo, familia, información, etc.) y la paz (estabilidad y seguridad). La autoridad está para garantizar la justicia social para la búsqueda del bien común.
2. Fundamentos de la justicia social

La revelación cristiana no sólo nos comunica que el amor es la mediación de Dios, sino que lo comunica plenamente en la persona de Jesucristo, "justicia de Dios". Por la entrega de Jesús de Nazaret hasta dar la vida Dios hace justos a los que éramos pecadores; en consecuencia, quien acoge el amor misericordioso de Dios ama a su prójimo (Mt. 25, 31-46). El N.T. sitúa el Amor como el fundamento y la fuerza de la justicia. Las primeras comunidades hacen de la comunión de bienes la expresión mayor de la justicia distributiva (Hech. 4,3 2). Un dato nuclear en los Evangelios es la unión entre la vida de Jesús, la experiencia de Dios como Abbá (Padre) y la cercanía a los excluidos, enfermos, pobres y pecadores. Pertenece a la esencia de la fe cristiana el considerar las relaciones con los demás como ámbito de experiencia de Dios, y la lucha por la justicia como lo que valida la autenticidad de la fe.